martes, 19 de octubre de 2010

Sobre el Ensayo y Louis Stevenson (Juego de niños)

De todos los géneros de opinión que he leído el ensayo ha sido el que siempre me ha atraído. Su carácter especial de libertad en la expresión, en donde no se busca tanto convencer, sino presentar bien argumentado el punto de vista sobre algún tema, permite exponer nuestras ideas de forma personal y sin miedo a ser necesariamente refutado. Y lo podemos notar en los planteamientos que Stevenson hace de forma rigurosa, en donde pone a prueba su capacidad argumentativa dado el carácter de sus tesis. Los temas expuestos en el texto son atractivos para el lector, han sido poco tratados por otros autores, generan intriga y, además, son de interés general que obliga, desde la primera línea, a no cortar la lectura hasta haber terminado el texto completo.

Vemos en su redacción un lenguaje lúcido, de rico contenido literario, con un léxico complejo que ofrece formas nuevas de escribir, de plantear ideas y de desarrollarlas. Su manejo gramatical manifiesta muy buena coherencia argumentativa, de gran solidez, además que, implícito en su magia, permite que el lector haga parte de su relato exhortándolo a reflexionar con sus frecuentes preguntas retóricas “¿No es extraño, no es congruente, no es, en el más elevado sentido de la razón humana, increíble que pensemos tanto en la botella de jengibre y tan poco en el terremoto que nos devora?”,  o cuando hace referencia a la contemplación de los paisajes en “caminatas”  “¿No es esto conocer la sabiduría y la virtud y vivir felices?”. Igualmente apela al Ethos de la fuente, es decir, alude a grandes autores que han pensado en este mundo la conducta humana tales como el poeta Walt Wihtman, Thomas Carlyle, Omar Khayan y demás.

Su relación con el lector es muy sincera, directa, contundente. Nuestro autor vincula a quien lee en las experiencias o reflexiones expuestas a través de sugerencias y consejos frente a la realidad, su esencia, su coherencia con la vida y el significado de la misma. Por ejemplo en “carta a un joven que se propone abrazar la carrera del arte” sugiere ciertas advertencias que se deben tener en cuenta en el instante de decidir estudiar el arte “el hábito y la práctica afilan el talento, la necesidad de adquirir herramientas se hace menos desagradable, y llega con el paso de los años a ser bienvenida” “tenga en cuenta que la basta masa de la humanidad es incapaz de hacer algo relativamente bien, y entre otras cosas, arte” “en la vida del artista no tiene por qué haber horas en las que no se experimente un deleite” “sólo en su estudio, el artista debe día a día ser fiel a su idea”.

En el transcurso de la lectura se hace evidente que Louis Stevenson posee muy buen nivel de erudición el cual es reflejado en sus planteamientos, en la defensa de sus tesis, en sus métodos argumentativos, en sus recuerdos, en su aplicación gramatical, en sus descripciones de la realidad, en sus reflexiones y en el cierre de sus textos, los cuales lo dejan a uno absorto, sumergido en la reflexión de lo que es la vida, la muerte, el ocio, el arte, el amor, los libros, el juego, los niños y la vida misma, pero partiendo de la percepción propia de la realidad vista desde nuestros ojos y demás sentidos. Pues bien, sólo me resta leer mas ensayos de este autor y de otros, experimentar otras formas literarias, de hecho, hay un texto que me tiene impaciente “los ensayos de Montaigne” el cual, como introducción al poema de Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob) “Canción de la vida profunda”, nuestro aludido autor plantea “el hombre es cosa vana, variable y ondeante” lo cual nos muestra lo efímera de la vida, sus relatividades y sus divagaciones en este mundo de movilidad, de fertilidad, de avaricia, de placidez, de pasión, de llantos y tristezas y de muerte.


















jueves, 7 de octubre de 2010

Lo irrisorio del caso es que el gobierno local aparenta interés por el “desarrollo tecnológico de la región”.

Foto: Germán Osorio Arias
Se vanagloria el diario La Nación en su artículo “Un mundo fascinante por la tecnología”, cuando afirma que desde el 4 de este mes se instaló “el Parque de la Ciencia, una de las mayores atracciones tecnológicas a nivel nacional y latinoamericano” en el Centro Cultural y de Convenciones José Eustasio Rivera.  Lo irrisorio del caso es que el gobierno local quiere aparentar que le interesa el “desarrollo tecnológico de la región”. Pero, ¿de qué tecnología se habla?


Parece que la posición provinciana de esta ciudad no se la quita nadie. Ni siquiera en la forma de pensar, porque no se piensa como provincia en desarrollo sino como provincia subordinada en retroceso. ¿La ciudad o el departamento necesitan ferias “tecnológicas” para sentir que evoluciona en este campo cuando las instituciones académicas y gubernamentales ignoran el concepto Tecnología? El primer error comienza en la interpretación de dicho concepto, en la no inversión, en su desconocimiento y en la incapacidad de desarrollarla de manera autónoma.
La tecnología no es solamente la unificación de elementos electrónicos modernos que permiten funciones determinadas, con ideas elaboradas en otros lugares pero implementadas aquí. La tecnología radica en las formas de pensar; en la manera en que una sociedad se comporta, interpreta y soluciona su realidad a partir del conocimiento científico propio, desarrollado por células de investigación propias, surgidas de las necesidades reales que demanda la sociedad en cuestión. Y Neiva es una de las ciudades del país que, vergonzosamente, carece de investigación científica, no comprende su realidad y no tiene la capacidad de auto reconocerse. Aquí no existe lo que se denomina Tecnología. No se piensa tecnológicamente.
¿Por qué el gobierno local no invierte en centros de tecnología propios de la comunidad neivana? ¿Por qué no invierte en programas, políticas, planes o proyectos de desarrollo tecnológico reales, veraces, propios, coherentes, autónomos que atiendan las necesidades inmediatas, que tengan un sentido concreto? ¿Por qué no invierte en tecnología así sea para modernizar sus estrategias de corrupción? De hecho, se cree que el desarrollo tecnológico lo traen transnacionales como Homecenter o Mac Donal eximidos de impuestos. ¿En qué cabeza cabe eso? Como de costumbre, el pequeño empresario huilense saqueado y condenado a las ruinas grises de la miseria. ¿De esta manera se contribuye al desarrollo tecnológico?
Para nadie es un secreto que el gobierno local y nacional son el exceso en mediocridad, desidia, degradación y clientelismo. ¿Por qué importarles el desarrollo tecnológico? Neiva posee los problemas más graves que sociedad alguna pueda afrontar como el desempleo extremo, la delincuencia organizada, el desplazamiento violento en alarmantes proporciones, el saqueo brutal en las instituciones públicas, el aumento y consolidación del paramilitarismo, el robo desalmado de los gobernantes de turno y las estrategias criminales que desde el gobierno central se diseñan para que sean aplicadas en este lugar. Dadas estas características ¿Cómo esperar un desarrollo científico con ferias tecnológicas? Como siempre el pan y circo. El engaño. Y lo peor, el público burlándose de sí mismo.


miércoles, 6 de octubre de 2010


Foto: Germán Osorio Arias
    
Foto: Germán Osorio Arias


martes, 5 de octubre de 2010


Foto: Germán Osorio Arias

Foto: Germán Osorio Arias


¿Cómo guardar esperanzas en un país donde las mejores estrategias de control son las masacres y las minas antipersonal?

Las minas antipersonales son artefactos explosivos utilizados en contextos de conflicto. Este tipo de armas son elaboradas por la industria guerrerista de Estados Unidos, Rusia, China, Israel, Pakistán, etc. También se elaboran de forma “hechiza”, en el caso colombiano, por grupos ilegales como las FARC, quienes utilizan recipientes de plástico (PVC), jeringas,  material explosivo, metralla, estiércol humano y demás elementos, de manera que la avanzada militar sea contrarrestada en el mayor grado posible.
El uso de minas antipersonales se da en casi toda la geografía mundial. Dado que su accionar es efectivo, éstas son utilizadas para la guerra en territorios como Bosnia, Afganistán, Angola, Camboya, Irak, Mozambique, Ruanda, Somalia, entre otros países de la Yugoslavia. Sin embargo, este flagelo también se presenta en países latinoamericanos como El Salvador y Colombia, lo cual genera  profundos impactos en víctimas de todo género.
Minas antipersonal en el contexto colombiano
Según el acuerdo de la Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal, del Programa Presidencial, el número de eventos presenta una tendencia creciente hasta 2004, año en el que la serie inicia un comportamiento irregular con disminuciones en el 2005, 2007 y 2008, y aumentos en el 2006 y 2009. En el periodo comprendido entre 1990 y 2009, el 35% (2.923) corresponden a víctimas civiles y el 65% (5.322) a víctimas militares.  Igualmente, del 2002 al 2009 se presentó en el Huila 246 casos de 10.091 presentados en todo el país durante el mismo  periodo.  Aunque su número es reducido en torno a la cifra general, su exposición sugiere una reflexión profunda sobre las causas y consecuencias del conflicto local en materia de minas.
El balance de Minas Antipersonal presentado por la Presidencia de la República, de enero a junio 30 de 2010 Muestra que se han presentado 158 heridos y 26 muertos en la Fuerza Pública. En civiles se presentaron 54 heridos y un muerto para un total de 212 heridos y 27 muertos. Cabe resaltar que la información estadística no es objetiva si se tiene en cuenta que muchos casos nunca se registran, además, la información oficial siempre es sesgada. Sin embargo, no es poco grave que en un lapso de 6 meses el número de víctimas llegue a ese nivel de casos.
Un argumento más que refuerza estas afirmaciones es un reportaje publicado el 16 de septiembre por Semana, donde se afirma que “en los primeros cuatro meses de este año, la víctimas registradas ascienden a 32 de 29 en el 2005, cuyos mayores responsables son las FARC y el ELN”, lo que  sugiere mayor responsabilidad por parte de las autoridades competentes en sus actividades militares y en el desarrollo de programas pertinentes, eficaces o coherentes.
Obstrucción de prácticas de vida
Estas actividades de guerra traen consigo consecuencias en aspectos como el psicológico, físico, económico, sociocultural y medioambiental. En el caso psicológico, las víctimas sufren la obstrucción de sus prácticas de vida como la educación, el trabajo, la sexualidad y el futuro, lo cual conduce a una frustración interna de odio, rencor, depresión, donde los sueños escapan a una posible realidad.
Concerniente a lo físico, las consecuencias son aún más frustrantes. El cuerpo sufre fracturas generadas por la elevación y caída producto de la explosión, la metralla (tornillos, tuercas, láminas de acero, etc.) perfora la carne, rompe los huesos, arranca extremidades, crea daños permanentes o momentáneos en la visión y destruye, en la mayoría de casos, el sistema auditivo de las víctimas. A esto se agrega el efecto de la onda expansiva que ocasiona contusión modular.
Respecto a lo económico, muchas de las víctimas son personas pobres, que viven en la condición más deprimente y vulnerable. Peor aún, las garantías del Estado son mediocres por no decir inexistentes, pues el multiforme conflicto en que se desarrolla este flagelo, le lleva años luz a la capacidad de comprensión del gobierno y a su política pública encargada de este tema, la cual, sobra decir, es insuficiente  en materia de emergencias humanitarias.
 En lo sociocultural, no sólo se afecta el vejado directo, sino también a familiares y cercanos, quienes se llenan de odio y temor por la vulnerabilidad en la que están inmersos. Y una consecuencia no menos grave es el deterioro medioambiental, ya que los elementos químicos de que se componen las minas, son potencialmente nocivos para las fuentes de agua natural, esterilizan la tierra de cultivo y contaminan las cosechas, contribuyendo esto, al colapso total de la dignidad humana. Por otro lado, dicha vulnerabilidad se da por factores como la condición climática, pues muchas minas son removidas por inundaciones de lluvia, lo que hace que la localización de las mismas sea imposible. La mayoría de veces las minas se entierran en zonas de cultivo donde el labriego trabaja la tierra.
Otro problema grave que pone en vilo la situación de las víctimas es la poca comprensión del conflicto colombiano por parte de las instituciones gubernamentales y académicas. Orlando Fals Borda y Germán Guzmán, en el libro la Violencia en Colombia, ponen de manifiesto que el problema principal del conflicto en Colombia es la poca capacidad para comprenderlo. Los intelectuales del país no han podido investigar sobre el tema dado los riesgos a que se exponen en el trabajo de campo y por la poca inversión económica en las actividades investigativas de las universidades.
Investigaciones ineficientes
La investigación del conflicto colombiano está en su etapa infante, incipiente e impune. Desde luego, el fenómeno de las minas, es un apéndice de la violencia colombiana. Y el mismo gobierno reconoce la negligencia, omisión y antipatía que lo caracteriza, ya que en la Convención sobre la prohibición del uso de minas, concertada por el Programa Presidencial en este tema, expone que Colombia no cuenta con  información suficiente para determinar con la precisión requerida las zonas donde existen campos minados.

¿Qué desear de un país donde el caso Watergate le quedó en pañales al famoso caso de las chuzadas del DAS?
El panorama en esta materia de los Derechos Humanos es sombrío y poco prometedor. Muchas  denuncias a este respecto se quedan impunes en los archivos empolvados de la justicia, pues no es un secreto que la institución judicial colombiana está a punto del colapso, debido a su inoperancia, es decir, por el cúmulo de procesos que quedan sin fallar. La corrupción administrativa también hace su aporte, pues resulta ingenuo y hasta estúpido esperar que la rama judicial resuelva algo en esta materia. ¿Qué esperar de esta institución cuando presenta fracturas estructurales, carece de recursos para las investigaciones y los jueces y fiscales son amenazados? ¿Qué esperar de la diligencia social si el gobierno no garantiza seguridad a los testigos?
¿Qué esperar cuando desde el gobierno central se ponen en prácticas manuales de amenaza y crimen? ¿Qué esperar de una justicia sobrecargada, confundida, burlada y obstaculizada por controversias como las de la rama Ejecutiva? ¿Qué desear de un país donde el caso Watergate le quedó en pañales al famoso caso de las chuzadas del DAS? ¿Qué sugiere la infame práctica de las ejecuciones extrajudiciales? ¿Cómo guardar esperanza en un  país donde se subsidia el paramilitarismo y se patrocina su reorganización? ¿Cómo guardar esperanzas en un país donde las mejores estrategias de control son las masacres masivas y las minas antipersonal, cuyos principales objetivos son los campesinos e indígenas?  



Censura de prensa en Colombia, el periodista en la mira de la Plutocracia.


Foto: Germán Osorio Arias

Una de las formas eficaces e infames de censurar la libertad de prensa es  asesinando periodistas. Dicho flagelo ha permeado el terror en trabajadores de la reportería quienes, además de arriesgar sus vidas,  exponen la de sus familiares y amigos al interés afectado. Estos actos se presentan en contextos de alta peligrosidad. Su principal causa es determinada por la estrecha relación que el periodista entabla con los distintos centros del poder, tales como el paramilitarismo, el narcotráfico, la política, la fuerza pública y la corrupción institucional.
El 19 de marzo del presente año fue asesinado Clodomiro Castillo Ospina, propietario y editor  de la revista El Pulso del  Tiempo, quien fue ultimado de 8 tiros en su casa. Castillo había sido amenazado en distintas ocasiones por adelantar investigaciones relacionadas con el paramilitarismo y los nexos con la clase política en Montería. Por otro lado, la periodista Claudia Julieta Duque fue espiada por el DAS y ha sido obligada a huir del país debido a la persecución adelantada por dicha institución en contra de periodistas que pesquisan sobre las interceptaciones ilegales.
El sistema numérico que promedia los niveles de censura de la prensa no siempre converge con la realidad, sin embargo, las cifras presentadas por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) ponen de manifiesto alarmantes situaciones que sugieren una detenida reflexión. En este año se ha asesinado a un periodista, en el 2009 se ultimó uno y en el 2008 no se registró ninguno. No porque no hayan existido casos, lo que sucede es que no se cuentan porque no se les ha establecido si el crimen  fue cometido en el ejercicio de las labores periodísticas.
Foto: Germán Osorio Arias
Según esta Fundación, desde 1977 hasta la fecha, se han registrado 136 casos de asesinatos a periodistas, lo cual no es una cifra pequeña si se relaciona con los casos presentados en América Latina y el Mundo durante el mismo tiempo. Los años en que más se asesinó periodistas en Colombia fueron 1989 con 11 casos, 1991 con 10 y  2002 con 10 casos. Aunque en 2009 se registró un solo caso, sí se reportó 74 amenazas, tres más que en el 2008. El año 2009 presentó un total de 157 casos registrados con 258 víctimas en violaciones (de todo género)  a la libertad de prensa. En 2008 se presentaron 129 casos con 180 afectados. Es decir, el año 2009 aumentó con 28 casos afectando a 78 personas más que el año anterior.
La Vicepresidencia de la República, en su informe Indicadores sobre derechos humanos y DIH del año 2009 en coherencia con la FLIP, manifiesta que “entre 2008 y 2009 se presentó un aumento del 22% en cuanto a violación en libertad de prensa, pasando de 129 a 157 y del 43% en relación a las víctimas aumentando de  180 a 258”.  Según la Fiscalía General de la Nación, la mayoría de estos casos se da por investigaciones relacionadas con las chuzadas del DAS, pues dicha institución judicial reportó 16 casos de interceptaciones ilegales a periodistas que investigan sobre estos casos.

Foto: Germán Osorio Arias
 Las muertes y amenazas presentadas durante los últimos años, evidencian toda una estructura diseñada para tal fin. Los grupos paramilitares, en coligación con políticos, funcionarios públicos y delincuentes comunes, muestran la puesta en práctica de estrategias de control que permiten la aniquilación efectiva de los periodistas. Un caso ilustrativo, publicado por Verdadabierta.com, es el asesinato de Emeterio Rivas, quien fue asesinado el 25 de abril del 2003 por el ex alcalde de Barrancabermeja, Julio César Ardila, quien pagó  150 millones de pesos a paramilitares del Bloque Central Bolívar para ese efecto.
Los reporteros más amenazados son los que cubren las audiencias públicas adelantadas a paramilitares y narcotraficantes. En estas sesiones asisten cómplices de los enjuiciados que filman, graban y fotografían a los periodistas que hacen cubrimiento en esos estrados judiciales.   En lo corrido del año ya van 80 actos de violación a la libertad de prensa con un total de 108 víctimas. Entre los actos están el secuestro, asesinato, amenaza, arresto o detención ilegal, exilio, obstrucción del trabajo, agresión física, etc. 
 No solo el asesinato y las amenazas a periodistas son las acciones más comunes en la censura a la libertad de prensa. Otra forma eficaz de hacerlo es diseñando estrategias de impunidad institucional. La  Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos, en su Relatoría para la Libertad de Prensa, asevera que “la mayoría de los casos de asesinato y amenaza a periodistas han quedado impunes y no están siendo investigados por las autoridades judiciales con la efectividad, profundidad y dedicación que ameritan”.
 Diana Calderón, de la Unidad de Registro Rápido de la SIP, Colombia, expone que “en 1998 a 2008, sólo se dictaron 19 condenas por 59 crímenes contra periodistas, asesinados por razones de oficio en los últimos 16 años. En el 2009 se impusieron 5 condenas. Hay homicidios, cuyos procesos llevan más de quince años en la misma etapa de indagación preliminar. Otros 16 de los 59 casos de periodistas asesinados están archivados o suspendidos”. Muchos procesos de este carácter no son atendidos por la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía en Bogotá, por el contrario, se encuentran esparcidos por las distintas fiscalías del país, en la mayoría de los casos archivados.
Foto: Germán Osorio Arias
 
La impunidad se entiende como la falta de investigación, persecución, captura, enjuiciamiento y condena de los responsables de las violaciones. Al respecto, Alfredo Rangel, en su artículo de opinión -Impunidad Desbordada-, publicado en Semana.com, denuncia que “la creciente y dinámica amenaza que representa el crimen organizado a nivel global, exige de los Estados una permanente actualización de sus instrumentos jurídicos, so pena de que estos se convierten en rey de burlas de una delincuencia sagaz que siempre está encontrando nuevas formas de eludir la acción de las autoridades y aprovechando los resquicios de leyes obsoletas y excesivamente garantistas”.
  Fernando J Ruiz en su informe Indicadores de Periodismo y Democracia en América Latina, manifiesta que “el periodismo colombiano  debe desarrollar estrategias de cobertura indirecta de las actividades de la sociedad criminal y evitar enfrentarla de forma directa.  Hay que comprender que los periodistas arriesgan demasiado sus vidas para enfrentar enemigos tan poderosos como la clase política, paramilitares, Fuerza Pública y demás actores criminales”. Según este informe, Colombia se encuentra en zona roja (clasificación del nivel de inseguridad a periodistas en Latinoamérica), pues la presencia paramilitar y su cohesión con la  clase política exceden los niveles de otros países como Argentina, Costa Rica, Perú, Bolivia, México, entre otros.
Según la Organización de Estados Americanos, desde 1995 a 2005, Colombia fue el país que más reportó asesinatos a periodistas con 75 casos, seguido por Brasil y México. En esta medida, es poca la garantía que los periodistas tienen para desarrollar su trabajo y garantizar sus vidas. Para nadie es un secreto que las maquinarias criminales están bien aceitadas y mejor estructuradas. Su inteligencia es cada vez mejor, pues es innegable que las instituciones del Estado poseen las mejores herramientas para la construcción de inteligencia y seguimiento siendo estos lugares, los epicentros en que se gesta la persecución criminal como lo es el DAS, el Ejército, la Policía y hasta la misma Casa de Nariño.    




¿Por qué seguir a Cristo en la miseria, la desgracia y la muerte?

Foto: Germán Osorio Arias
La herencia de esclavitud aún amordaza las individualidades. Aún victimiza lo poco de personalidad que le queda a esta sociedad incrédula y sumisa. Del mismo modo, destruye el autónomo pensamiento de aquellos niños engendrados algún día bajo la irresponsabilidad adulta de la incongruencia. Porque creer es de sabios, pensar es de cultos que miden la realidad con coherencia y virtud. Sin embargo, los discursos profanos de la verdad despliegan su poder sobre los autómatas que profundizan su condena en la  yaga de la sin razón trasmitida de generación en generación.
Es una Iglesia grande, de colores pálidos y cálidos, cuyos ornamentos ciñen su exposición en actos de miseria, de sumisión y dolor. Las bancas, perforadas por el comején, perfectamente diseñadas para arrodillarse, alienan los pecadores al poderoso símbolo del perdón inconsciente. Su acústica, amplificada por bafles de sonidos sordos, se difunde por cada rincón del edificio alimentando los sentidos de sandeces.  Del mismo modo, los Cristos heridos sugieren nuestro camino a seguir exhortado por verborreas sacerdotales emanadas del sarro que yace en la boca más enferma que asesino alguno pueda tener.
Los niños, bajo la dirección de los devotos mayores, se organizan para la acción protocolaria con el fin de acercarse a besar los pies de quien predica. El padre, simbólicamente ubicado sobre los infantes, imponiendo su “superioridad”,  recita frases obstructivas tan importantes como lo es la mentira para prolongar la impunidad. Esta impunidad de 500 años, en que los suelos han sido alimentados por la sangre hecha ríos, emanada de hombres apilados, mutilados en conjunto por la codicia bárbara de la terrorífica Fe católica.
“Hermanos, hay que hacer la voluntad de Dios, Cristo no está muerto. Cristo es digno de ser seguido” manifiesta el cura, hombre grueso, de voz clara y fuerte, imponente, de tez morena, 50 años de edad y 1, 70 cm aproximados.  “Hijos del señor, que Dios bendiga al Papa Benedicto XVI. Jesús es siempre el mejor amigo, recibe padre santo las súplicas que te hemos dirigido hoy. Ten misericordia por todos nosotros, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, perdona nuestras ofensas y líbranos de todo mal. Cristo, danos tú la paz”.
¿Por qué hacer la voluntad de un Dios cuyo sinónimo es la guerra, la miseria, el hambre, la peste, el sadismo, la pedofilia, la perversión? ¿Por qué seguir a un Cristo y no la coherencia en nosotros mismos? ¿Por qué pedir por la bendición de un magnate que no conoce el hambre sino para producirla? ¿Por qué suplicar, es que han sido pocas las aberraciones católicas que la historia de estos pueblos ha mostrado? ¿Es que han sido sutiles las vejaciones como para pedir misericordia, como si los ofendidos fueran ellos y no nosotros? ¿Para qué hacer la voluntad de Cristo si ésta conlleva a la negación de los valores, a la privación de la personalidad individual? ¿Han sido pocas las ofensas del clero como para pedir que perdonen las nuestras? ¿Cuándo Cristo nos dará la paz? ¿Qué es Cristo? ¿Qué es Dios?
Los presentes asentían con desparpajo el discurso sacerdotal. Los chicos de blanco, adornados con flores y arrodillados de la forma más mendicante, recibieron “el cuerpo y la sangre de Cristo”, que, objetivamente, no es otra cosa que un pedazo de cartón mojado con agua colorida sin sabor. Semióticamente, la consagración significa -esclavícese a nuestro capricho, renuncie a sí mismo y entierre su efímera vida en las pútridas criptas de la fe-.  Tras este acto, la misa concluye con las últimas recomendaciones de autoflagelación, de resignación, de aceptación del engaño y la mentira.  “Podéis ir en paz hermanos”.