miércoles, 25 de julio de 2012

Protagonistas de Nuestra Tele: una forma efectiva de sesgar la realidad


Cada televidente tiene su individual percepción frente a lo que tendría que ser entretenimiento televisado. Algunos pensarán que cada canal tiene su propia forma de entretener. Otros pensamos que no se puede pedir contenidos serios cuando el interés de las productoras es económico. 

Y en un país de violencia, donde el rating de los noticieros se logra con las noticias judiciales más falsas y morbosas, es apenas sensato pensar en entretenerse con programas como Protagonistas de Nuestra Tele, antes que con la sangre del dolor ajeno. Porque la sangre y el espectáculo de la guerra cansan. Lo cierto es que, por una parte o por otra, por noticieros o por realitys, la verdad se escapa por entre los ojos de los televidentes. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. O mejor, no hay mayor ciego que aquel que perdió de su capacidad simbólica, la semántica con que se hila el sentido de los referentes que determinan la realidad. Y esa ‘ceguera’ la generan producciones como Protagonistas. 

A través de ‘marionetas’ cari bonitas, de famosa procedencia y de dudosa sexualidad,  enganchan a un sin número de televidentes que inconscientemente naturalizan la violencia y centran su atención en formas de violencia absurdas y elementales: “prospecto de travesti de pueblo” gritó Elianis, “lesbiana fea” respondió  Oscar, y de ello se generó una oleada de opiniones que puso a tambalear el Facebook y Twitter. Es decir, este tipo de programas hacen que la función simbólica se desconecte eficazmente de la realidad material y de sus características contextuales inmediatas, inducida por patrones de atracción visual, cimentados en emocionalidades sexuales y de dramaturgia. 

Es absurdo pedir a productoras como RCN y Caracol, presentar programas de contenidos serios cuando el fin de éstas es netamente económico. ¿O por qué en el transcurso de este programa se presenta el mayor número de comerciales? Lo realmente importante en este debate es pensar  qué educación para la recepción tienen los televidentes colombianos. Lo pertinente es pensar qué necesitamos ver. 

Si la teleaudiencia busca entretenimiento, por qué no hacer un entretenimiento sano. ¿A caso el rating no lo damos los televidentes? Tristemente hay que reconocer que la ignorancia en este aspecto (en la recepción y en muchos otros aspectos por supuesto) franquea las fronteras del respeto, burla la criticidad constructiva de algunos que piensan la televisión y mofa la urgencia de divulgar verdades necesarias, negadas a costillas del dolor y el miedo de una teleaudiencia que se niega a sí misma, que omite su propia realidad. 

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